No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. —Filipenses 4:6
Demasiadas veces tratamos la oración como un último esfuerzo. Las razones varían: tratamos de solucionar un problema por nuestra cuenta, suponemos que Dios está demasiado ocupado con otras cosas o sentimos que Dios está enojado con nosotros y no escucha nuestras oraciones. Pero cuando no oramos, el resultado es el mismo: llevamos cargas que no necesitamos llevar.
Para muchos creyentes, la vida es mucho más difícil de lo que debe ser porque no nos damos cuenta de cuán poderosa es la oración. Si lo hiciéramos, oraríamos por todo, no como último recurso, sino como primera respuesta.
En Santiago 5:13, el apóstol Santiago ofrece una solución simple de dos palabras para algunos de los desafíos de la vida: “Debes orar.” El mensaje para nosotros en este versículo es que no importa lo que suceda en el transcurso del día, podemos acudir a Dios en oración. Hay un gran beneficio en esta decisión: cuanto más ores, más cerca estarás de Dios.
Cada vez que tenga un problema, haz de la oración tu primera respuesta. Si tienes una necesidad, no dudes en decirle a Dios cuál es. Cuando estés desanimado o tengas ganas de rendirte, deja que Dios sea la primera persona con la que hables sobre cómo te sientes. Él te ama, y cuando vayas a Él en oración, te sorprenderás la diferencia que hará en tu vida.
Cualquiera que sea la situación en la que te encuentres, haz de la oración tu primera respuesta, no tu último recurso.