
No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. (Isaías 43:1)
¿Posees algo que es extremadamente valiosa para ti? ¿Algo que aprecias y admiras? Si vieras que alguien esta tomando eso descuidadamente o arriesgándose a dañarlo, ¿no te entristecería?
Dios siente lo mismo por sus posesiones, que nosotros por las nuestras. Las personas pertenecen a Dios. Ellas son Su creación y Su Espíritu se entristece cuando ve que están siendo maltratados.
No todos comparten el mismo llamado en la vida, pero toda persona nacida de nuevo es heredera de Dios y coheredera con Cristo. Todo individuo tiene derecho a la paz, la justicia y el gozo, que sus necesidades sean satisfechas, para ser usados por Dios y para que Su unción fluya a través de ellos.
Todos tienen la misma oportunidad de ver frutos en su ministerio, pero su disposición a amar a los demás tiene mucho que ver con la cantidad de frutos que van a ver. El Espíritu Santo me habló hace años: “Una de las principales razones por las que la gente no camina en amor es que requiere esfuerzo. Cada vez que caminan en amor, les va a costar algo.»
El amor requiere que retengamos algunas cosas que nos gustaría decir. El amor exige que no hagamos algunas cosas que nos gustaría hacer y que regalemos algunas que nos gustaría conservar. El amor requiere que seamos pacientes con las personas. Las relaciones no siempre son fáciles, pero siempre son importantes para Dios porque Él valora a las personas. Necesitamos hacer el esfuerzo y los sacrificios necesarios para amar a las personas como Dios quiere que las amemos para no entristecerlo a Él.
La palabra de Dios para ti hoy: Dios ve a las personas como Sus propios tesoros, así que ten cuidado con cómo las tratas.