Se sentará como fundidor y purificador de plata; purificará a los levitas y los refinará como se refinan el oro y la plata. (Malaquías 3:3)
Mirando hacia atrás a lo largo de los años, puedo ver que he estado en un viaje fascinante con Dios. Él definitivamente me ha cambiado y aún me sigue cambiando a diario. Tuve muchos problemas en mi alma (mi mente, voluntad y emociones) y en mis circunstancias en ese momento fue que recibí la plenitud del Espíritu Santo. Poco me di cuenta de lo que estaba a punto de suceder en mi vida. ¡Le estaba pidiendo a Dios un cambio, pero no sabía por completo que lo que necesitaba cambiar en mi vida era yo!
Dios inició un proceso en mí, lento, constante y siempre a un ritmo que yo podía soportar. Como un Refinador, se sienta sobre los fuegos que arden en nuestras vidas para asegurarse de que nunca se caliente demasiado y que nunca se apague. Solo cuando Él puede mirarnos y ver Su propio reflejo, es seguro apagar el fuego, e incluso ahí seguimos necesitando algunas modificaciones a veces.
Cuando Dios estaba tratando conmigo acerca de la paciencia, me enfrenté a muchas circunstancias en las que podía ser paciente o portarme mal. Muy a menudo, me portaba mal, pero el Espíritu Santo seguía dándome convicción, enseñándome y dándome el deseo de vivir para la gloria de Dios. Gradualmente, poco a poco, fui cambiando en un área, luego en otra. Por lo general, descansaba un poco entre batallas y a menudo, pensaba que tal vez finalmente me había graduado, solo para descubrir algo más que necesitaba aprender.
Esta es la forma en que funciona cuando el Espíritu Santo nos cambia. Mantén tu corazón abierto a Su liderazgo; mantén tus oídos abiertos a Su voz; obedece lo que Él te dice y pronto te encontrarás cambiando más y más a la persona que Él creó para que seas.
La palabra de Dios para ti hoy: No te desanime cuando Dios te muestre áreas en ti que necesitas cambiar.