Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. —Salmos 37:5
Cuando nos sentimos tentados a preocuparnos o encargarnos de alguna situación en la vida, podemos “encomendar nuestra oración.” Dios interviene en nuestras situaciones cuando se las encomendamos.
En mi propia vida, descubrí que cuanto más trataba de ocuparme de las cosas por mí misma, más grande se volvía el problema en mi vida. Era bastante independiente y me resultaba difícil humillarme y admitir que necesitaba ayuda. Sin embargo, cuando finalmente me sometí a Dios en estas áreas y encontré el gozo de poner todo mi cuidado en Él, no podía creer que hubiera vivido tanto tiempo bajo tanta presión.
Encomienda al Señor tus hijos, tu matrimonio, tus relaciones personales y, especialmente, a cualquier cosa que puedas sentir la tentación de preocuparte. Solo Dios sabe realmente lo que hay que hacer, y Él es el único que está calificado para hacerlo. Cuanto más nos comprometemos sinceramente con Dios, más cerca estaremos de Él y más felices seremos.
Un creyente que puede confiar en el Padre cuando las cosas no parecen tener sentido es un creyente maduro.