Por eso, como dice el Espíritu Santo: «Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón como sucedió en la rebelión, en aquel día de prueba en el desierto. —Hebreos 3:7-8
En Hebreos 3 vemos dos condiciones incorrectas del corazón: un corazón duro y un corazón incrédulo. En el desierto, un corazón endurecido hizo a los israelitas rebelarse. Una persona con un corazón duro no puede creerle a Dios fácilmente, lo cual es un gran problema porque todo lo que recibimos de Dios proviene de la fe. Para recibir de Él, todo lo que tenemos que hacer es acercarnos a Él con una fe simple, como la de un niño, y simplemente creer.
Nos llamamos creyentes, pero la verdad es que hay muchos «creyentes incrédulos». Durante mucho tiempo fui una de ellas. Me habían lastimado tanto durante mi niñez, desarrollé una dureza de corazón que Dios tuvo que romper en mi vida.
Incluso Moisés llegó al lugar en el desierto donde fue lento de corazón para creer en Dios. Por eso es importante que nos mantengamos espiritualmente agudos para que podamos ser rápidos en creer y caminar en la fe día a día. Podemos optar por tener cuidado de ir de fe en fe y no comenzar a mezclar ninguna duda e incredulidad. Un corazón creyente es esencial si queremos vivir en estrecha relación con Dios.
Jesús quiere restaurar tu alma, incluidas tus emociones. Deja que Jesús entre en esas áreas de tu vida que nadie más podría alcanzar. Pídele que te convierta en una persona que tenga el mismo tipo de corazón que Él.